Las intenciones que consideramos buenas o incluso neutras no son más que ideas. Ya nos lo ha advertido José Luis muchas veces, también en Casualizar, y de hecho hasta el imaginario popular cuenta con refranes que nos advierten del peligro de dejarse engatusar por la apariencia de las intenciones: “El infierno está lleno de buenas intenciones”. 


Hace unas semanas, José Luis y Marcela me invitaron a una experiencia muy profunda con un chamán Q’ero. En cierto momento, escuché que el q’ero da charlas en otros países y que suele hablar en inglés. En una pausa, le dije en privado que, si él necesitaba ayuda, yo podía asistirle como traductor. Todo eso lo hice sin decirles una palabra a quienes tendría que haberles, al menos, consultado.


O sea, otros me invitan a un momento sagrado, y “yo” reacciono robando. “Cuanto más elevado sea lo que ofrezcas, más baja es la respuesta humana ante Eso”: JL ya nos lo ha advertido mil veces. Yo no tenía una mala intención cuando hice lo que hice, pero las intenciones dan igual. Son solo ideas; de paso, vale aclarar que, por tanto, tampoco sirve de algo fascinarse pensando con si “tal o cual persona tenía malicia al cometer tal o cual error”. Infinitas veces los humanos cometemos errores por pura y llana estupidez. Si de eso alguien quiere demonizar al otro, no hace sino engancharse al mismo problema, como quien se accidenta en la carretera por mirar fascinado como otros dos vehículos chocaban también.


Afortunadamente, la Enseñanza me enseña a no disimular la falla en momento alguno. Con aportes de mis Aliados, dije lo que me había permitido públicamente (lo cual incluye esto que ahora escribo) e indiqué qué pasos estoy dando para rectificar ante lo que me permití. Y no seré yo hasta que yo cumpla con todo lo que me comprometí a realizar, para responder ante el ladrón que está en mí y que no soy yo.


Ramsés Cabrera